¡Qué felices son los que habitan en tu templo!



Fecha: 08-04.15

¡Qué felices son los que habitan en tu templo!

“Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos”. (Salmo 84:5-8)


PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 121:1-8

Hay un secreto escondido en las páginas de la Biblia, y tiene que ver con depositar nuestra esperanza en el maravilloso regalo de la Presencia de Dios. Una Presencia viviente y radiante que llena nuestras vidas de gozo, y nos ayuda a crecer en fortaleza, gracia y gloria. Este Salmo hace referencia al deseo del autor de encontrarse con el Señor en su morada, y disfrutar de lo que sólo Él le puede otorga: tranquilidad y paz.

Al que aprende a depender de Dios momento a momento, exponiéndole completamente su necesidad, siempre le irá bien; desarrollará una fe inquebrantable y una gran fortaleza interior; aprenderá a cruzar los desiertos de la vida con valentía y tenacidad, sin derrumbarse ante nada.

Aquellos que depositan su fuerza en Dios, y se deleitan en su Presencia, ven en la adversidad un motivo para volver a experimentar su fidelidad; le agradecen cada mañana por la bella oportunidad de levantarse y poder transformar la realidad muchas veces adversa. El que depende de Dios no se queda esperando a que las circunstancias cambien, sino que se esfuerza, se anima en el Señor y vuelve a intentarlo, convencido de que éstas lo conducen hacia Él, desarrollando así una de las cualidades más importantes para el ser humano: la perseverancia. Los que depositan sus fuerzas en el Señor, desarrollarán poder y victoria; irán de lo bueno a lo mejor y de allí a lo excelente. Nunca retroceden, siempre avanzan hacia la prosperidad.

Anímese y tome la decisión que le llevará al éxito. Usted nació para ser un vencedor y el secreto para lograrlo está en aprender a depositar su fuerza en Dios; recibirá aliento en sus momentos de cansancio, se elevará y volará como águila; desarrollará sus dones y habilidades, llenándose de brillo y esplendor.

HABLEMOS CON DIOS

“Señor te quiero agradecer por tu bendita Presencia, que es mi mayor tesoro. Gracias porque cada día experimento paz, protección y consuelo. Te pido que me enseñes a cultivar tiempos a solas contigo, que pueda descargar mis cargas, que pueda reposar en ti. Gracias por conducirme a corrientes de aguas tranquilas, a pastos delicados y gracias por tu amor que me infunde aliento, Amén”.

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